Que Don Francisco José Arcángel Ramos no cante en el Maestranza en una Bienal no es de recibo, y con mas razón cuando algunos tienen dos días en el teatro grande de Sevilla. Lo que voy a decir no puede ser mas subjetivo, pero para un servidor Arcángel es el máximo exponente del cante flamenco de su generación. Con 37 años goza de una madurez descomunal, conoce el cante al dedillo, tiene un soberbio control de la voz, sabe plantarse en un escenario sin imposturas ni ínfulas de gran estrella, sabe escoger a los que lo acompañan y rema para que sus compañeros den lo mejor de si mismos, demostrando que el talento ajeno no resta fuerzas al propio, sino al contrario, el talento ajeno hacer crecer exponencialmente las capacidades que uno atesora.
Con todo lo enorme que es el Lope de Vega, anoche se le quedó corto al onubense. La propuesta que trajo fue cantar, a su manera, con memoria para recordar, con los pies enraizados en el ahora y los ojos fijos en el mañana.
Lo primero que hizo fue homenajear a quienes "vendían con gracia y sabiduría", pregón tras pregón. Miguel Ángel Cortés encendió la luz de su guitarra y el cantaor se fue a su lado a cantarle al oído por malagueñas, Dani de Morón replicó desde la parte opuesta del escenario y la segunda letra la cantó apoyado en la silla del guitarrista. Sin pausa abandolaos, sin pausa tangos, y Camarón rondando las tablas y la Estrella de Enrique Morente en tonos imposibles para traer mas memoria al presente. Dani le puso cuerdas al taranto y Miguel Ángel a las seguiriyas. Y los dos genios de la sonanta se fueron al centro a recrearse en la maestría propia y ajena, a proponerse trémolos y picados, como si estuviesen en su propio recital. Arcángel los puso en el centro del escenario para que todos les escuchásemos embelesados y al cierre el apareció con los Mellis y Diassera en el patio de butacas para cantar por bulerías, sin mas compañía que las palmas, para cantar de dulce.
De vuelta al escenario las guitarras doblaron compás para que sonasen a la mitad los tientos, en otro ejercicio de traer el futuro al presente y poner el cante añejo en mitad de la propuesta.
Por cantiñas se miró en La Perla y en Chano, después nos preguntó, "a que sabe la vida, a que te sabe, dime si a servidumbre o a libertades", alegrías de Córdoba y exhibición de destreza rítmica en el cante. El final por bulerías ya tenía al teatro esperando para ponerse en pie a aplaudirle.
Cuando habló no habló en singular, lo poco que dijo fue para dar alabanzas a sus compañeros en las tablas y a Isidro Muñoz y con la misma sencillez con la que llegó, se marchó.
Arcángel es un cantaor extraordinario, con unas capacidades incuestionables y que con los años no solo ha afianzado su propuesta sino que va marcando época en el flamenco. Mientras otras voces mas publicitadas y glorificadas carecen de un sello propio, de una identidad mas allá de la revisión de los sellos ajenos, el onubense ha apostado por cantar a su manera, por cantar dejando huella. Ayer lo volvió a demostrar y quien no quiera verlo en la primera linea del cante, en el mayor de los escenarios y quien no le dedique el respeto y el lugar que merece, tiene a mi parecer motivaciones ajenas a lo artístico.