Patricia Guerrero tiene 24 años y este dato es tan importante que con el he querido comenzar. 24 años y este es su segundo espectáculo como protagonista. Y lo resalto porque el margen de crecimiento que le queda es enorme, pero es que su baile ya es enorme, así que sumen y tendrán el resultado de lo que nos queda por ver de la bailaora granadina en los próximos años.
En lo que al presente concierne, Patricia ha apostado por una linea dramática en su puesta en escena que la favorece y la condena a partes iguales. La favorece porque nos la muestra casi en su totalidad, nos permite ver una cantidad de registros y matices de su forma de bailar que solo adivinábamos en sus trabajos para el Ballet Flamenco de Andalucía. La favorece porque ella misma se ha situado en los bailes y las compañías que mas le agradan y la impulsan y además ha acertado de pleno en la elección.
Pero como ocurre con demasiada frecuencia en el flamenco las carencias en la dirección dramática condenan al espectáculo a mostrarnos sus altibajos. Los nudos entre escenas adolecen de consistencia y la linea argumental se acaba perdiendo en favor de una simple propuesta de bailes, y por momentos la distancia entre la música y la danza se hacía patente, sobre todo al principio del espectáculo.
Con todo y con ello, son muchas mas las virtudes que los defectos que encontramos en este Latidos del agua. La bailaora estuvo soberbia, dejando un millar de momentos sobresalientes en poco mas de hora y veinte minutos. Estuvo afilada y curva, dejó un repertorio de manos y de pies de muchos quilates, giró con una precisión vertiginosa y pulsó los tempos casi de forma caprichosa. En el paso a dos con Eduardo Leal se mostró en toda su magnitud, añadió el clásico y la estilizada a su propuesta y se arrojó en un par de portés de gran belleza. La seguiriya fue una obra de arte, tomó el cante como lienzo y se dedicó a trazar colores y lineas sobre el. Acompañada primorosamente por unos superlativos Jose Ángel Carmona, Agustín Diassera y sobre todo por un Dani de Morón en puro estado de gracia. Baile y guitarras geminados, ligados en una sola linea, un solo pincel que pintaba colores desde la vibración y la intensidad.
Y esto me ofrece la oportunidad de contarles que, no solo en esta pieza, el pa´trás acabó erigiéndose en protagonista, sino que el trabajo de Eugenio Iglesias y de Alejandro Cruz se sumó a una propuesta que si bien anduvo deslavazada en las ligaduras, se sobró de talento y de buen gusto. Jose Ángel Carmona es uno de los cantaores mas brillantes y polivalentes de su generación, Diassera es un fenómeno de la rítmica y se maneja con una precisión y una delicadeza exquisitas Y Dani Mendez es un punto y aparte, al igual que me sucede con la bailaora creo que el techo del de Morón aun está lejos de su ya soberbia propuesta actual.
En definitiva, abandoné mi butaca con las manos cansadas de aplaudir, pero con la sensación de fondo de que el margen de mejora a nivel dramatúrgico, es una necesidad para que Patricia Guerrero termine de confirmarse como una de las grandes bailaoras del presente y del futuro, como una de las referencias del baile flamenco.