Si hay algo patente en el Ballet Flamenco de Andalucía es que cada director ha dejado muy definida su impronta en los espectáculos que les ha tocado en suerte dirigir. Rafaela ha tenido que lidiar con la responsabilidad de llevar a escena un repaso de esos veinte añazos que celebra el máximo representante institucional del arte jondo, como el Ballet se define en el programa. Esta institucionalización da alas en muchos sentidos. La dotación económica es suficiente como para emprender proyectos de importancia tanto en lo humano como en lo material, también la difusión publicitaria está garantizada y lo mas importante, la plataforma para una serie de interpretes, ya sean del cante, toque o baile, que ven como se les brinda la oportunidad de trabajar en grandes escenarios y para audiencias numerosas.
Entre los lastres tenemos que destacar que el contenido social o ideológico es algo que suele brillar por su ausencia, la corrección política sume a los montajes en un ejercicio de estética pura y dura.
"Imágenes" no es una excepción a ninguna de estas directrices. Rafaela ha dejado su huella en cada una de las coreografías corales que nos presentó anoche. El montaje está bien vestido, bien peinado, bien maquillado, bien iluminado, bien diseñado estéticamente. El montaje se estrena nada mas y nada menos que en todo un teatro de la Maestranza con una entrada bastante notable, sobre todo teniendo en cuenta que Tomatito andaba tocando a escasos 500 metros. Y el espectáculo adoleció de una temática medianamente interesante, el espectáculo se limitó a ofrecernos una coreografía tras otra sin un hilo conductor que nos llevase a conectarnos con lo que estaba ocurriendo sobre las tablas.
Rafaela presentó un ejercicio coreográfico muy cercano a su manera de entender el flamenco, acompañada de una compañía de bailaores y bailaoras de las que quitan el hipo, con unos sobresalientes Hugo López, David Coria y Ana Morales como solistas y con unas excelentes guitarras y voces.
Pero hay poco que contar, se puede dar un repaso a que se bailó con martinetes grabados de fondo, sentados y enfundados en estéticas masculinas. Que se proyectó una luna llena que se quebró tras el paso de una nube rosa, color que destacó toda la noche. Que Rafaela bordó los tientos con la bata de cola kilométrica que sacó a escena. Que Ana Morales es una extraordinaria bailaora, tan extraordinaria que fue el ole mas grande de la noche. Que Hugo se subió a las maletas para quitarnos el aliento con su baile. Que Rafaela, Ana, Hugo y David hicieron un bonito baile a cuatro pasandose un mantón de mano a mano. Y que José Anillo está infravalorado, que canta como los ángeles y que se merece estar en la primera linea de esta Bienal. Que se homenajearon montajes del pasado.
Por lo demás asistimos a una hora y cuarenta minutos de demostraciones técnicas, de mucho baile en silencio, de poco sentido ligando bailes o escenas o músicas. Mucho entrar y salir de elementos escénicos poco utilizados. Un continuo cambio de posición de músicos para tratar de dar dinamismo y consiguiendo el efecto contrario.
Demasiado movimiento, demasiada envoltura, demasiados medios para contar tan poco.