Con un marco de ensueño y un patio de butacas prácticamente lleno, salía a escena Marina Heredia, a quien en poco mas de 4 años hemos visto pasar de prometedora voz del futuro a figura consolidada y elegida para protagonizar una de las tres únicas noches que la Bienal va a tener al Real Alcazar como escenario. Ella misma se encargó de darnos a entender que la presión ha sido grande para que este Garnata viese la luz. Y consiguió capear la presión en buena parte de la noche aunque el espectáculo sufrió un par de bajones que dejaron una sensación rara.
El recorrido por la sonoridad de Garnata tuvo su punto de partida en un Romance y una petenera que Jaime Heredia "El Parrón" tuvo a bien cantar con la protagonista de la noche, su hija. Un tremolo exquisito de Miguel Ángel Cortés sirvió para dar paso a la granaina y media y El "Bola" hizo lo propio para unos tientos que pecaron de extenderse en demasía y de perder el hilo del compás en algún momento puntual.
Por alegrías Paquito Gonzalez sumó sus sobresalientes virtudes en la percusión para dar cuerpo junto a la sonanta a uno de los mejores momentos de la velada. Marina se creció y bordó las seguiriyas y cabal. El cenit de la actuación vino de un mano a mano entre la cantaora y su padre por soleá en el que el cante del Parrón nos conquistó a todos.
José Quevedo y Paquito aprovecharon el cambio de vestuario de Marina para desgranar bulerías por soleá dedicadas por el guitarrista a Curro Romero.
La reanudación trajo consigo el pretexto del extinto Cabaret Rey Chico para dar salida a dos boleros, uno cubano y uno mexicano. Si bien es cierto que la portentosa voz de Marina es capaz de salvar todos los envites, no es menos reseñable que la fina linea que sostenía una mínima congruencia en el espectáculo se terminó de quebrar. Buena afinación y excelente acompañamiento para un momento que poso el frío en el ánimo del público.
De este frío le costó salir y lo hizo a base de energía con fandangos del Albaicin primero, y con La Mosca y tanguillos después. Los Tangos granadinos se vieron impulsados por el notable trabajo a dúo de Miguel Ángel Cortés y El Bola que guitarra y mandola mediante morunearon y mecieron el compás brillantemente.
Para acabar el estreno de unas bulerías con la autoría de David Palomar y dedicadas de nuevo a Curro Romero que no terminaron de cuajar, suponemos que debido a la novedad.
Poco o nada se puede reprochar a Marina en el ámbito vocal, harina de otro costal es sin embargo la falta de estructura de este Garnata. Un espectáculo que se vende como estreno absoluto y que no pasa de ser una propuesta habitual en cualquier festival de verano, solo engalanada por la presencia de Amargós al piano y por la imponente estampa que el patio de la montería de los Reales Alcázares nos regalaba. Que Marina canta de dulce es una obviedad, pero dar título y sinopsis a un recital al uso no es de recibo.