La Moneta y Compañia

Bailar, Vivir. Suite Flamenca Para Bailaora Y Compañía

Teatro Lope de Vega - 21h

La Moneta pudo haber encandilado íntegramente si hubiese prescindido de ejercicios contemporáneos en su danza. La verdad que surge del cuerpo cuando uno baila puede en pocas ocasiones disfrazarse, y en el caso de Fuensanta, para bien y para mal, nos encontramos ante una bailaora incapaz de enmascarar los bailes que expresa con veracidad y los que expresa de forma asimilada.

Por ello, esas lineas corales con caminadas y coreografías a cuatro, interrumpidas por sonidos de percusión electrónica, carecían de fuerza. El zapateado no consiguió erizar el vello, quietud de brazos en las partes clásicas, y profusión de ellos en los pasos de vanguardia.

Para los martinetes La Moneta, encerrada entre cuatro hombres, trataba de escapar en otro ejercicio que no sirvió como linea argumental para acciones posteriores. Las coreografías corales no contribuyeron a mejorar el panorama, en una forzada búsqueda de estéticas novedosas. En el cante El Galli y Miguel Laví si que sembraban de buenas maneras toda la escena.

Fuensanta nos presentó un paso a dos con con palillos para las peteneras, acercándose al clásico español y variando velocidades para ir adaptando el baile a formas más flamencas.

Tras una coreografía a compás de seguiriyas, a cargo de Raimundo Benitez, quedó definitivamente cerrado el segmento contemporáneo del espectáculo.

El primer gran número de la noche fue el taranto, bailado desde el estómago. La energía de la bailaora granadina cambió absolutamente. La conexión con el cante se hizo ostensible y la gitanería le salió a raudales en los tangos.

El final del número coincidió con las primeras notas de piano de Diego Amador, que fue el encargado de cantar las ultimas letras.

El Churri, dejó caer un solo a medio camino entre los ecos flamencos y los destellos de Nueva Orleans, y se arrancó por zambra para que La Moneta la bailase con mantón y cola. Las coreografías grupales entorpecieron el baile en algunos momentos. Pero el número se solventó con buena nota.

Tras una buena ronda de fandangos por parte de los cantaores, una no menos buena introducción por soleá nos trajo a la mejor Moneta de la noche. Plantada en el escenario para gustarnos en un baile de una bajísima densidad rítmica, con un peso enorme. Cargó de profundidad cada gesto y se fue como un rayo a las bulerías, a marcar mil remates, mil aciertos. No hubo ensayo, estudio ni maneras forzadas. Cuando La Moneta se arrancó a bailar todo tomó otro cariz.

La pena que nos queda, es haber perdido casi la mitad del espectáculo en posturas sintéticas, saber que Fuensanta es capaz de tenerte en vilo durante toda una función. Los artificios le sobran, no es su lenguaje natural, ni lo contemporáneo representa una necesidad en su forma física.

En el momento en que La Moneta quiso, bailó.


Javier Prieto, le 08/10/2010

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