Rafael Campallo dio un sentido homenaje a Manolo Soler. A ese flamenco que a muchos nos ha puesto en las manos y en los pies soniquetes para aprender. Uno que se ha pasado horas muertas escuchando "Mi niña se fue a la mar" de "La leyenda del tiempo" camaronera, no pudo menos que sentirse en armonía con la propuesta de Rafael. La figura de Manolo Soler en pantalla de cine fue lo primero que vimos, con todo el elenco vuelto de espaldas al público y disfrutando del arte del maestro sevillano. Rafael se dirige a un cajón en proscenio y desde allí articula junto a los percusionistas un solo a compás de seguiriyas.
Desde el primer minuto ya vemos que vamos a asistir a un espectáculo en el que la rítmica va a ser la matería predominante. Rafael, con esa ortodoxia y esa velocidad endiablada que le caracterizan, responde con nervio puro a cada propuesta del cajón y la batería. Para finalizar el número acepta también el reto de contestar al cante por martinetes de Juan José Amador, frente a frente.
En un círculo de luz, Bobote, El Choro y Rafael, se dan replicas por palmas, taconeos y dejan el ritmo preparado para las alegrías que El Choro bailaría a continuación. El palo, por cuestiones estéticas es probablemente uno de los menos adecuados para las capacidades del bailaor, muy recto en sus formas y poco dado a dar vuelo a los brazos. Estuvo, como es habitual en él, rapidísimo en las escobillas y trató de buscar en los volúmenes del zapateado las cadencias que no proponía con el cuerpo
Para la farruca Rafael volvió a hacer gala de una propuesta estructural basada en el compás, con multitud de variaciones y con momentos en los que las cadencias pop de la música contrastaban con las formas tradicionales en el baile.
Tras una oscura ronda de tientos a cargo de Juan José Amador, dos solos percutivos de mucho mérito, primero de cajón y a continuación de batería, fueron los encargados de lanzar con celeridad a las guitarras en busca de "La leyenda del tiempo". Rafael bailó por bulerías, desplantó con guasa, con nervio, con descaro. Engañó con cierres falsos y apabulló con secuencias de pies asombrosas. Tuvo tiempo de pararse y gustar con marcajes reposados. Bailó letras, bailó escobillas, bailó la guitarra y aceptó las propuestas de todo el cuadro en un ejercicio en el que exhibió la enorme gama de virtudes que posee.
La pantalla, ahora muda, nos devolvió a Manolo Soler bailando por bulerías. Y Rafael bailó al compás de Soler, literalmente, para acabar de homenajear a uno de sus maestros de forma magistral.
Manolo Soler tiene una vinculación especial con el Teatro Central, allí tocó y bailó con casi todos los grandes, allí se le homenajeó reponiendo su famoso "Ahí te quiero ver" en Flamenco viene del Sur. Manolo Soler tiene una vinculación extraordinaria con todos los que amamos el compás flamenco, bailaores y percusionistas. Rafael lo supo entender y sobre las tablas del teatro, que tiene un camerino con el nombre del bailaor sevillano, presentó un homenaje a su ritmo y su maestría.