El tiempo suele dotar con la gracia de la sabiduría a los humanos. Si al paso del tiempo le sumas una inteligencia innata, un enorme sentido de la perfección y unas aptitudes aventajadas para la danza, el resultado es Eva Yerbabuena. Una artista que no duda en meterse en el barro, porque sabe de sobra qué terrenos pisa.
"Cuando yo era..." no deja ningún cabo escénico sin amarrar, lo único que Eva cede al azar es la interpretación que cada espectador haga del espectáculo, a sabiendas del arma de doble filo que supone esta concesión. Los recuerdos y la nostalgia son el tema recurrente del montaje, algo que no es novedoso en la bailaora. El recuerdo a la historia que se representa con dos muertes nada más comenzar la función. Un "paseillo" de guerra, dos muertos y un vivo, y el alma que se eleva en forma de fantasmal tela blanca sobre el escenario.
Eva comienza casi en una nebulosa dorada, casi rodeada de la atmósfera de esa nostalgia. Soleá por bulerías, de brazos pegados al torso, sin esculpir mil formas como antaño, dando toda la fuerza de las manos a un simple gesto de hombros. Ocupando el espacio entre dos tornos de alfarero aún en la penumbra, parece que no quiera desplazar el cuerpo. El torno de alfarero sirve para que Eva esculpa, golpee y sienta el peso del barro. Creación en la que abraza literalmente la masa y padece el lastre de lo que ha creado arrastrando su propia obra con los pies. Metáfora. El otro torno convierte a Eva en la propia masa, en el mismo barro, y la sume en una oscuridad, iluminada tan sólo por la granaína a la que pone voz Pepe de Pura. Que Eva nazca del barro es pura evocación bíblica, un mismo elemento y un mismo nombre. Las luces de la feria transforman el torno en tiovivo, Fernando Jiménez baila "Payaso"de" Bambino vestido de Charlot y llevando el baile a los pasos "achaplinados". Por bulerías se monta la fiesta en la caseta, para los remates de Eduardo Guerrero y por rumbas Mércedes de Córdoba, ataviada con un cuasicómico traje flamenco de los sesenta, hace lo propio.
La feria de Eva es por tangos, alterados musicalmente mientras la bailaora se mueve frente a los espejos deformantes de la Casa de la Risa. Tangos de formas trianeras en el albero, de mil desplantes y remates descarados. En el "Reñiero", Fernando y Eduardo se transforman en gallos de pelea, y bailan como tales. La danza se acerca por momentos a una espasmódica ritualidad tribal. Percusión y guitarras llevan el número hacia terrenos ajenos al flamenco y allí se mantendrán para buscar en los cantos leoneses de carnaval el puente hacia los fandangos. Excelente trabajo en la dirección melódica de Paco Jarana. La serrana de Eva fue un ejercicio de virtuosismo rítmico, una prueba de la capacidad sobresaliente de expresión de la bailaora y de la perfección en el acople musical. Con el alma sobrevolando de nuevo el escenario, concluía el espectáculo.
En esta propuesta Eva se ha despojado de construcciones cargadas de mil gestos y pasos, se busca en una danza más alineada, con más profusión de puntos de energía contrarios en lo físico, trabajando más planos medios. El concepto de este "Cuando yo era.." no está definido más que por lo que Eva ha sido en cada momento de su vida. Cada espectador debe buscar sus propias conexiones.
El espectáculo sorprende y agrada, tan sólo el carnaval parece fuera de lugar en el plano estético, pero la transición musical viene a justificarlo al menos sobre el papel. La exposición dramática no decae ni siquiera con un extraño final, en el que sonaba la música en off y el elenco saludaba, mientras la platea se preguntaba cuando había acabado aquello.