Javier Barón no engaña a nadie, no vende humo ni trata de endosarnos una reinvención de sus formas. Fidedigno y leal a su estilo vertebró todo un espectáculo alrededor de una soleá, la de su pueblo, Alcalá.
Una vez rematada la susodicha nos transportó a los aires de Diego del Gastor, a la bulería de la cal de Morón, empujado por las cuerdas del tres cubano. Alcalá primero, en las bulerías festeras de inicio, Palomar en la piel de poeta alcalarreño recitando a compás y rematando al baile, presentación del elenco, y vaya elenco.
José Valencia liga la bulería con el primer cuarto de la soleá que es la espina dorsal de la noche. Javier baila, solo en escena, contenido y preciso. En vídeo, Javier baila de niño en su pueblo.
Alcalá continua por tangos, con Carmelilla Montoya que canta y baila dejando una estela de arte para que David Pérez y "El Choro" la rematen. Alexis Lefévre es el encargado de crear una transición melódica al violín de la que nacen de forma algo estrambótica las seguiriyas. Paso a tres con bastones de Barón, Pérez y El Choro y pureza con cantes por el Nitri en la voz de Miguel Ortega.
Javier marca el segundo cuarto de la soleá y el vídeo nos vuelve a evocar los caminos que confluyen entre Morón y Alcalá. Tras la aparición de la compañía en baile coral, Raúl Rodríguez nos trae Morón a las guajiras, tres cubano, violín y Rafael Rodríguez en la guitarra más dulce. Los pies del "Choro" dan el soniquete y el revuelo está formado.
El tercer cuarto de soleá lleva el vaivén hacia Guadaíra, presente el el paso a dos de David Pérez y Ana Morales por panaderos. Palomar sale para la primera letra de alegrías, Carmelilla marca la segunda y José Valencia remata por romeras, ligadura y el último cuarto de soleá. Javier Barón acaba con electricidad en el movimiento, se dispara y remata el palo que da flamencura universal a su pueblo.
Pasamos de la milonga a la murga por tanguillos, con todo el elenco vestido de panaderos y para rematarnos con el contraste, Javier nos lleva de Don Carnal a Doña Cuaresma. Saeta prodigiosa en la voz del inefable José Valencia, no hay giraldillos suficientes para premiar lo que ha dado este hombre en la Bienal.
Y la cuadratura del circulo llega con un fin de fiesta por Diego del Gastor, pataitas y Palomar que recita como Villalón al río Guadaíra que une la jondura de dos pueblos.
Vaivén del reconocimiento al vecino pueblo y la muestra orgullosa de la casta alcalarreña. Todavía con defectos en las formas y el acople de transiciones, pero con los trazos suficientes para que el homenaje sea un digno espectáculo.