Arcángel puso anoche una piedra para erigir una catedral. Pero las catedrales tardan años en edificarse y el onubense lo sabe, así que se ha echado la responsabilidad a la espalda y mira hacia adelante. El laboratorio en el que José Antonio Rodríguez y el cantaor se habían metido ha dado sus primeros réditos. Lo que inventan no es un misterio ni una revolución, es tan sólo una guitarra que toque como solista y un cantaor que cante "pa´alante", sin que nadie tenga que ceder terreno. Anoche nos mostraron los primeros resultados de una búsqueda que va más allá de lo meramente musical.
Habrá veces que de las probetas sólo salga humo, como en las seguiriyas metidas a compás de guitarra por bulerías, con un Arcángel demasiado agudo, sin pasar por la media voz con la que siempre encandila. Otras veces en cambio, el experimento sí que tiene buen color. Ayer ocurrió en la apolá, en la que Arcángel sacó la dulzura y el cante sobresaliente que eriza el vello.
Canales llegó para romper la dupla en la soleá por bulerías, dejando retales de lo que ha sido y poniendo señales de lo que es. Tuvo tiempo para bailar y sacarnos el suspiro, y demasiado tiempo para el artificio. El vaivén, el trajín de ahora-voy-y-me-acuclillo-ahora-me-levanto-ahora-hago-el-gesto, es una losa sobre el bailaor que ha sido. Cuando quiso, el bailaor estuvo allí.
La Guajira la voy a escribir en mayúscula. Guajira de caramelo con una guitarra tremenda y un cante tan exquisito como preciso. Extendiendo las letras casi hasta el pregón, balanceando el tiempo y enseñando esa forma de decir, capaz de situarlo a la cabeza del cante actual. Y entonado como estaba, se nos fue a proscenio a cantar por bulerías, sólo acompañado del compás. Canales baila, sin afectaciones ni excesos, baila brillante y claro, Arcángel responde, le canta y le baila con los ecos de Caracol metidos en la garganta. Tremendo. El laboratorio no terminó de funcionar en los fandangos. La preocupación por que lo dos artistas tuviesen una presencia notable hizo que decayese la fuerza con que el onubense afrontó los cantes de su tierra. Aún así, el homenaje a Alosno y el final con el fandango alosnero lograron maquillar el conjunto. Por trillas, alosneras también, se arroparon a dos guitarras Arcángel y José Antonio, con un sonido que fue un misterio al principio y una bendición en el desarrollo. Y Arcángel acabó por alegrías, con unos coros deslucidos que restaron fuerza a la salida y letras de Cádiz y Córdoba para ponernos el gusto a dulce en la boca. Canales volvió, con batín y pañuelo blanco, a ser el Canales de hoy.
José Antonio por su parte merece un aparte en cuanto a sus momentos individuales. Anduvo colosal toda la noche. Se sacó unas tarantas de los dedos armadas de sensibilidad y de claridad cristalina en el toque. Abordó una suerte de tangos con interesantes cambios rítmicos y finalizó con su "Manhattan de la Frontera", una actuación memorable. Ni un pero en toda la velada.
Arcángel puso la primera piedra en Córdoba y ha venido a la Bienal a seguir construyendo. Comenté en el primer artículo de la Bienal que la principal virtud de Poveda para haberse puesto a la cabeza del cante actual, es la inteligencia. Arcángel empieza con esta propuesta a gestionar su carrera en una dirección diferente, comienza a edificar una plataforma que lo situe en la picota, donde por cante y conocimiento merece estar, sin duda alguna.