La voz de Enrique Morente y las imágenes de la pantalla de cine sobre el escenario rememoraban el manifiesto para la defensa del cante flamenco que dio lugar al concurso de cante jondo de Granada en el año 1922. Claro queda el motivo para proyectar a La Barraca, María Zambrano, la Niña de los Peines o Manuel de Falla. Que el vídeo acabase con imagenes de la guerra civil escapa a mi entendimiento.

Con el cuadro flamenco gitano del Sacromonte y el grupo de laúdes del Albaicín sobre el escenario, se desata una fiesta por tangos del Sacromonte. Curiosamente los cantes festeros fueron excluidos de aquel concurso de 1922 por no ser jondos sino flamencos. Tras una ronda de cante y baile a cargo de todo el cuadro, Estrella hace lo propio acompañada tan sólo por el grupo de laúdes. Un nuevo arranque por tangos es abortado por la cantaora que exige cambio de palo para abordar una ronda de fandangos del Albaicín. La presencia de todo el cuadro arropándola, dota de una fuerza extraordinaria al conjunto. De nuevo acompañada tan sólo de la rondalla interpreta a modo de coplillas el "Romance de las Manolas" de Federico García Lorca, dándole espacio a la faceta más lírica de su tesitura vocal.

Ahora sí, arrancan los tangos propuestos de inicio y Estrella se explaya en una suerte de cantaora-pop, moviéndose por el escenario y virando el cante hacia terrenos cercanos a esa soulería pitinguera tan de moda. Tras un enlace a cargo de la rondalla, el marco escénico nos acerca las guitarras y el cante casi al proscenio, para encarar la parte más íntima cerca de la platea. Miguel Ángel Cortés se inventa un primer prodigio para poner en bandeja a Estrella el cante por cantiñas. La cantaora ejecuta un cante demasiado lírico y poco rítmico, con letras de "Coquinas " de aquel lejano "Mi cante y un poema". Cada paladar exigirá un sabor distinto, y es cierto que Estrella hace un notable ejercicio de paseo entre tonalidades,pero las cantiñas pierden toda la esencia si no se les dota de nervio. Miguel Ángel Cortés crea otro prodigio para las malagueñas y Estrella va afinando las formas al cante clásico, aunque no deja de abusar de los trinos, como si hubiese olvidado situar silencios que refuercen el cante. El trémolo del guitarrista granadino es tan limpio como hermoso. Una bendición a las seis cuerdas.

No menos acertado anduvo Montoyita en las granainas en las que, ésta vez sí, Estrella encontró la pausa para darle la jondura que el palo requería. Y con el cuerpo de palmeros en escena tuvimos canción por bulerías primero y bulerías con una marcado acento taurino después. El momento grande de la noche llegó con la aparición en escena del bailaor Juan Andrés Maya. Estrella tuvo que emplearse a fondo en una soleá muy exigente que sacó la mejor versión de su cante. La cantaora optó por dejar el lirismo a un lado y romperse sin miramientos. Flamenco en estado puro. Juan Andrés por su parte se gustó en un gran baile que quizá pecó en su excesiva extensión.

Para finalizar la música de Falla nos devolvió a Estella situada sobre una plataforma , ataviada con una elegante bata de cola roja, un número mas cercano a la exhibición estética que a cualquier disciplina ligada al cante.Y con la cola y el cuadro de nuevo sobre las tablas despidió la noche intentando evocar a la Piquer con una versión de "Madrina" a tiempo de bulerías.

El cómputo general del espectáculo estuvo más o menos equilibrado. Estrella se excede con demasiada facilidad en poses que no necesita. La imagen de diva de la canción española que trata de ofrecer no sólo no le favorece sino que le hace perder esa sencillez desnuda que muchos hemos apreciado como su gran baza en otras ocasiones. Estrella es mejor cuando canta por derecho, cuando se arriesga, cuando se olvida de qué ropas está llevando o qué gesto casa mejor para lucirse en el escenario. Estrella al desnudo, sin vestuarios rococós ni comportamientos afectados, gana muchos enteros.